La mayoría se despide con nostalgia anticipada de una fiesta que no deja de ser una acumulación de los excesos que se pueden encontrar en Ibiza, Ámsterdam o Nueva York, pero reunidos en un ambiente tropical, en el escenario de una isla paradisiaca y con el supuesto aliciente adicional de estar en el lugar que la literatura de viajes considera místico, a pesar de que sus secretos dejaron de serlo hace tiempo.