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Pero al igual que su obra, tanto su vida como ella misma parecen puntos perdidos en medio de un universo de puntos infinitos. Ella lo ha llama obliteración. El triunfo tardío de Yayoi Kusama es doblemente emocionante si se tiene en cuenta que hubo un momento -finales de los setenta y comienzos de los ochenta- en que su nombre fue eliminado de la historia del arte, pese a que en la escena neoyorquina de los sesenta había conseguido ser más famosa que Andy Warhol.